domingo, 2 de mayo de 2010

Diálogo

Truenos. Cielo gris. Viento. Olor a pasto mojado. Quien se atreviera a salir con dicho temporal era arriesgado. A Catalina no le importó. Sus botas se hundían en el barro y el agua se colaba entre los dedos de sus pies mientras el pelo se le pegaba a la cara.
Se refugió en el primer lugar que encontró. Ya ubicada miró a su alrededor. Una hilera de árboles. Ella se encontraba debajo del último. De vez en cuando una gota se depositaba en su nariz y luego se deslizaba a su labio inferior deteniéndose unos instantes en su pera. Levantó la mirada. La copa del árbol era de un verde oscuro, salvo por las hojas de su derecha que poseían colores diversos. Amarillo, rojo y verde limón. Bordes imperfectos y a la vez tan definidos.
Tomó una hoja del árbol para cubrir su nariz y así evitar el recorrido de la gota en su rostro. La sostuvo del tallo largo, sintió el olor a agua fresca y pidió disculpas silenciosamente por haber arrancado la hoja. Le era difícil discriminar si sólo se trataba de gotas de lluvia o si el árbol reclamaba lo que era suyo.
La gota avanzaba en la hoja y cuando llegaba a los bordes y parecía terminar su camino, se unía con una pequeña gotita. El contacto con las otras la fortalecía y su bello andar continuaba.La nariz de Cata se fruncía ante la avanzada de la gota que le hacía una caricia delicada. Varias gotitas que aguardaban ser interpeladas por aquella primera gota que danzaba entre tonos rojos, amarillos y verdes. Y Cata sólo podía sonreír ante tan suave sensación.

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