miércoles, 26 de mayo de 2010

Barbie llega al baile.

Este tutú es incómodo. No sé por qué no elegí el de la Barbie Disco que tiene más onda. Ah, no, no lo puedo creer... Ahí está Gatúbela, ese traje de vinilo bien ajustado. Qué ridícula que estoy.Me quiero ir. Como si fuera poco ahí está la Bella Durmiente, esa turrita, que se hace la ingenua y consigue más tipos que yo seguro. Voy a bailar un poco. Mmmmm. Me parece que esta noche va a estar jodida la cosa.


El Sacerdote me da impresión, así que mejor hago el pasito de la Macarena y me doy vuelta. Ahí veo llegar a alguien, me parece que es Catriel. Bueno, un Catriel devaluado, flacucho. Si por lo menos estuviera Acuaman. Nunca entendí qué me atrae de él, pero me fascina. Epa. epa. Va cayendo gente al baile, mirá cómo baila el Zorro, eh?Cómo se menea. Bastante bien. Claro, claro, ahí va la Mujer Maravilla, un par de vueltas y listo, se transforma. ¡Qué astutas que son todas!


Este tutú me pica, así me voy a ir sola. Tanto bailar y bailar, que estoy cansada. Voy a tomar algo. Ah, no te lo puedo creer, no hay bebidas.


Hay mucho movimiento, ¿qué pasó? Che, me están empujando.Me caí. Se rompió el tutú, no me pienso levantar del piso. Uy, me parece que algo se prendió fuego porque ahí está el Bombero. Ah la mierda, qué Bombero. Me parece que mejor me olvido de Acuamán y me hago la desmayada.

jueves, 13 de mayo de 2010

Al bad time, good face

En su unipersonal Favio Posca cumple con su palabra, y quien avisa no traiciona. Bad time good face, es presentada por su creador como “arte puro”. Sosteniendo que correrá sus propios límites, lanzándose a un “viaje imperfecto” con un empuje musical y una transgresión visual.
Y cumple, de eso no quedan dudas. Dos horas en la que los personajes tocan fondo y resurgen. Excesos por donde se lo mire, una composición desde lo real que muy pocos admitirían. Angelito, el abogado en recuperación constante; Pitito, el esquizofrénico; Mirsham, el travesti de Mar de Plata; Ernesto Bilicui, odio dependiente y el Perro, el proxeneta.
Borders que se adaptan a los tiempos que corren, aunque algunos prefieran creer que sólo son personajes. Pitito que mejora y ya no escucha voces de los enanos si no que ahora los ve y la denuncia a los métodos de la neurociencia. Angelito que instala cámaras de seguridad en toda su casa (no sé si les suena conocido) y el Perro, visionario, que deleita describiendo el nuevo servicio de las trillizas enanas.
Multifacético, hiperquinético, le saca el jugo a la pantalla gigante, la iluminación y el sonido que lo complementan. Simplemente, el mono sabe que palo trepa…


Aráoz y la verdad


El camino está lleno de preguntas.¿Qué hacer cuando éstas nos acechan? Ir en busca de respuestas, movernos.
Es así como Diego Peretti (Aráoz) arriba al pueblo de O´Connor diciendo ser quien no es. Luis Brandoni (Lépori) quien atiende la vieja estación de gasolina, le da hospedaje esperando que se retire pronto. Pero hay algo que Araóz deja en claro: "Lo que me importa es saber lo que pasó con Perlassi. La verdad. Eso quiero saber. La verdad"
Perseguir la verdad y luego el difícil trabajo de aceptarla o quizás nunca haber querido conocerla. Pero verdad al fin, que inquieta y obsesiona a quien indaga. Distintas miradas sobre un mismo hecho. La mirada del protagonista, que Aráoz añora escuchar y la verdad de Aráoz como testigo presencial del hecho. Hecho futbolístico que marcó un antes y un después en la carrera de Perlassi.
Sinceramiento que avanza con el diálogo, donde se reconstruye la verdad central y sus efectos colaterales, donde lo dicho y lo no dicho van uniéndose. Y como señala Eduardo Sacheri, autor de la obra, “Somos lo que somos con esos fantasmas sobre nuestras espaldas”. Fantasmas que al final de la obra quedan liberados.

El descenso del Monte Morgan


¿Es posible ser fiel a uno mismo?
Arthur Miller se instala en Bs. AS. El conflicto en las relaciones humanas es su sello tanto en “Todos eran mis hijos” como en la obra “El descenso del monte Morgan” que también se estrenó en la calle Corrientes.
El protagonista, Oscar Martínez (Lyman) es un hombre exitoso que mantiene una doble vida en secreto. Al chocar, en el monte Morgan, termina postrado en una cama de hospital y su forma de vida queda al descubierto. Carola Reyna (Theo) su legítima esposa, se encuentra con Eleonora Wexler (Leah) la actual mujer. Ambas desconocían la existencia de la otra.
Los personajes, de cara a la realidad exponen sus dolencias con una honestidad que hiere por donde se la mire. Varias justificaciones que resultan convincentes y la moral que se cuela por donde puede. Sin embargo, ésta es evadida por Lyman que reclama ser comprendido.
Mujeres que representan estereotipos opuestos, y justamente por esto son elegidas por Lyman. Quien posee dos personalidades ambiguas. Cuestiones que no son indiferentes a las parejas, como el aburrimiento vinculado a la rutina y la adrenalina del primer encuentro.
Un hombre que elige y evita oír las consecuencias de sus actos. Un hombre de carne y hueso que le huye a la muerte, intentando reinventarse todos los días. Lo posee todo y al mismo tiempo nada.
Porque como él reconoce, se puede ser fiel con uno mismo, pero no con los demás al mismo tiempo, ya que estaríamos hablando de traición. Una rememoración de momentos en los que Lyman hubiese podido blanquear su posición y no lo hizo. Un ir y venir en el tiempo, que permite comprender por qué se ha llegado a esta situación. El paso del desconocimiento al conocimiento, y una resignificación de los años compartidos.
La bigamia como disparador de un proceso de desmenuzamiento de los personajes que se van abriendo hasta quedar vacíos. Cuando todo está dicho, y sólo queda continuar.

Dueña de lo que ya no existe

Las busco aunque no estén, porque si las busco de algún modo se acercan a mi.Las pienso en silencio y en voz alta,para no olvidarlas.Como diría Galeano, las evoco y acuden a mi. Me persiguen y no puedo escaparme. En realidad, creo que jugamos, porque no quiero huir.
Cierro los ojos y vuelven a existir. Siento olores que me hacen volver a vivir. Ya no sé si ellas me buscan o yo a ellas. No importa, algo nos une.
A veces, me sorprenden. No puedo controlarlo. Se apoderan de mi mente. Creo haberlas olvidado, pero no.
La rutina me hace creer que no las necesito. Pero de golpe, me arrancan una sonrisa. Es sólo un instante que parece eterno.
No necesito tenerlos delante mio para saber que ya no existen, que aún existen o dejarán de existir. Simplemente los pienso,los recuerdo, los nombro. Y así, lo inmaterial y lo atemporal me abrazan.

domingo, 2 de mayo de 2010

Diálogo

Truenos. Cielo gris. Viento. Olor a pasto mojado. Quien se atreviera a salir con dicho temporal era arriesgado. A Catalina no le importó. Sus botas se hundían en el barro y el agua se colaba entre los dedos de sus pies mientras el pelo se le pegaba a la cara.
Se refugió en el primer lugar que encontró. Ya ubicada miró a su alrededor. Una hilera de árboles. Ella se encontraba debajo del último. De vez en cuando una gota se depositaba en su nariz y luego se deslizaba a su labio inferior deteniéndose unos instantes en su pera. Levantó la mirada. La copa del árbol era de un verde oscuro, salvo por las hojas de su derecha que poseían colores diversos. Amarillo, rojo y verde limón. Bordes imperfectos y a la vez tan definidos.
Tomó una hoja del árbol para cubrir su nariz y así evitar el recorrido de la gota en su rostro. La sostuvo del tallo largo, sintió el olor a agua fresca y pidió disculpas silenciosamente por haber arrancado la hoja. Le era difícil discriminar si sólo se trataba de gotas de lluvia o si el árbol reclamaba lo que era suyo.
La gota avanzaba en la hoja y cuando llegaba a los bordes y parecía terminar su camino, se unía con una pequeña gotita. El contacto con las otras la fortalecía y su bello andar continuaba.La nariz de Cata se fruncía ante la avanzada de la gota que le hacía una caricia delicada. Varias gotitas que aguardaban ser interpeladas por aquella primera gota que danzaba entre tonos rojos, amarillos y verdes. Y Cata sólo podía sonreír ante tan suave sensación.

Aguante el final feliz