lunes, 7 de junio de 2010

¡Feliz día del periodista! Así empezamos....

La milonga liberada

Ya no es necesario que la dama acate sumisamente las marcaciones del varón ¡ella puede tomar el poder! Los señores salen a bailar con señores y además la pinta es lo de menos. Tales licencias, impensables en las milongas clásicas, han hecho de los espacios dedicados al Tango Queer un refugio cada vez más concurrido

Domingo 20.30. La casa Brandon abre sus puertas para la clase de tango queer.
Hall de entrada, barra, entrepiso, escalera, pista de baile. Salón amplio, piso de damero. A los costados sillones por doquier. Los alumnos, sentados. Algunos tímidos conversan entre ellos. La música acompaña sin aturdir. La profesora da un paso hacia el frente, los alumnos quedan detrás formando tres hileras bien marcadas. Comienzan los primeros pasos y las parejas se lanzan a la pista. Clima de concentración. La parejita joven de hombres viene por primera vez y se les nota. Un poco torpes pierden el compás. No importa, una pareja de chicas los sacan a bailar y se ofrecen a conducirlos. Risas, se sueltan y siguen atentos el paso de sus nuevas compañeras.
“Lo que te puedo contar de mi experiencia es que en los lugares tradicionales me sentía incómoda, con la vestimenta y con los tacos”, explica Roxana Gargano organizadora de La Marsháll. Cuenta que hace 3 años se dedica de forma exclusiva al tango queer. “Toda mi vida tiene que ver con esto. De hecho estoy haciendo una maestría en antropología social sobre tango, tomando a la danza, como un espacio de libertad, con una visión integral de lo que significa el tango. Sin dejar en segundo plano el baile, porque lo que se expresa es el cuerpo. Para mí es algo normal, natural. Vivo con mi mamá y mi nena de 7 años, estando en casa las agarro y a bailar. A mi hija le digo: ¡vamos! ahora conducime vos. Lo vivo como algo cotidiano.”
El tango queer se propone como un espacio abierto, que privilegia el baile sin importar la identidad sexual. Para su aprendizaje y puesta en práctica se desempeñan ambos roles. Conducido y conductor son las palabras claves que no tienen destinatario fijo. La idea es lograr una nueva forma de comunicación con códigos propios. Sin invalidar las prácticas más tradicionales, aportando y generando alternativas de expresión entre los bailarines.
“Creo que la gente que viene por primera vez a bailar y se encuentra con los dos roles le es más fácil. Tenés más libertad para decidir en qué momento y en qué lugar vas a cambiar el rol. Ahora, el que viene con una enseñanza por ahí tiene el conflicto entre lo que aprendió, que es lo que se ve en todos lados y esto nuevo. Pero bueno, cada uno tiene la libertad de elegir cambiar de rol o no”, dice Gargano
Miércoles 22.30. La cola de la gente que espera llega a la calle. Se avanza lento por la escalerita que lleva al salón principal. La gente se saluda efusivamente. Mezcla de voces, sigue entrando gente. Esta noche La Marsháll está completamente desbordada. La pista se va achicando para las parejas que danzan al compás del dos por cuatro. Se anuncia que la semifinal del campeonato de tango sufrió una pequeña modificación. Cuatro parejas se anotaron a último momento para concursar. Las mozas van y vienen con los pedidos. La Marsháll no es sólo una milonga, sino también un punto de encuentro. Roxana cuenta que el espacio surgió como una necesidad de la gente que tomaba clases y no tenía donde practicar.” En La Marsháll, no tuvimos una campaña de marketing, fue de boca en boca. Empezamos con 20 personas y ahora tenemos un promedio de 110 por miércoles. Suena clisé pero, por ejemplo, el estar organizando el campeonato tiene que ver con una cuestión social. Estamos generando espacios y actividades, una nueva manera de sentir. El tango queer no es una moda, no es un lugar exclusivo de gays, lesbianas y travestis, no es categorizar nada. Uno ofrece desde su lugar algo, esto tiene otro vuelo, es generar espacios con otra vuelta de rosca”

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