Subimos el telón y sólo había una luz encendida. El paño rojo era casi gris por el efecto de la luz y aún así pudimos percibir lo que allí sucedía. La nada misma, silencio y sombras. No era necesario que habláramos, el mismo vacío nos conectaba. Segundos eternos. Las miradas se cruzaban y el diálogo mudo nos llevaba.
domingo, 18 de abril de 2010
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